Metáforas para elaborar pérdidas
Metáforas para elaborar pérdidas
Psic. Alejandro De Barbieri Sabatino
montevideo - uruguay
1. Señales del Suprasentido
1.1 Asumir el tiempo en que vivimos:
“…Las tradiciones se están destrozando y se destruyen cada día más.
El hombre, al no saber qué debe hacer, y qué es lo que se espera de él,
no sabe realmente qué es lo que desea hacer.”
VIKTOR FRANKL
Karl Jaspers decía que una de las situaciones límites que tenemos que enfrentar es la historicidad. Asumir el tiempo en que vivimos. Este es el tiempo que nos ha tocado vivir, no es quizá el ideal, no es el que vivieron nuestros padres a nuestra edad, pero también es el de nuestros padres; no es el que vivimos nosotros cuando éramos niños, pero también es el tiempo de nuestros hijos. Este es el mundo en el cual vivimos y deseamos vivir. Pero ¿cómo vivir en un mundo en crisis y muchas veces sin sentido?
Nos ha tocado vivir en un mundo que fundamentalmente se encuentra en crisis. Y esta crisis es primordialmente crisis de valores. Frankl ha afirmado que se han perdido las tradiciones, se han roto los puentes con el pasado con lo cual el hombre ha quedado a la intemperie. El joven de hoy no encuentra raíces en las cuales afirmarse y no encuentra referentes que lo orienten hacia donde ir. Por lo tanto se encuentra estancado en el tiempo presente, un modo de vivir el instante sin proyecto de futuro.
En realidad, la crisis no es de los valores, la crisis es nuestra, nosotros estamos en crisis, no los valores. Los valores son los mismos, pero “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Necesitamos reconciliarnos con nuestra historia, para volver a encontrar nuestro sentido de vida.
Para retomar contacto con nuestra historia y nuestro pasado cultural, para descubrir el sentido de las circunstancias que nos tocan vivir, proponemos la utilización de distintas metáforas, es decir, el traslado del sentido de los sucesos de la vida a un sentido figurado.
Estas metáforas pueden ser transmitidas a través de relatos, cuentos, poemas, películas, etc. Pero lo que queremos destacar es el carácter mítico que es muchas veces expresado en ellos. Los mitos nos traen verdades universales, que se van transmitiendo de generación en generación y nos ayudan a encontrar sentido.
Como dice Rollo May en su libro La necesidad del mito: “Un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia”.
Llegado a este punto de nuestra historia, necesitamos encontrar en los relatos y mitos verdades que nos sostengan en tiempos de crisis. “Los mitos son pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana”.
El mito nos permite preguntarnos por nuestro origen; intentar entender ese principio de qué y de cómo, nos permitirá desarrollar una guía con la cual caminar firme. Y no sin rumbo, sin modelos, sin recordar cómo nuestros padres y abuelos encontraron sentido a sus vidas. Nosotros necesitamos reactualizar nuestro camino, recordando (re-cordis, volver a pasar por el corazón) la ruta que otros han transitado. Podríamos afirmar, que los mitos también pueden ser señales del Suprasentido.
La función del mito es “arrebatar” al hombre de su tiempo histórico individual y proyectarlo en un tiempo “sagrado” o universal. Esta función nos permite revivir la aventura del héroe, por ejemplo y recrearla nuevamente en lo que estamos viviendo o sufriendo hoy. El mito habilita una experiencia trascendente de búsqueda y vivencia del sentido. Según Mircea Eliade, “el mito ayuda al hombre a superar sus propios límites y condicionamientos, le incita a elevarse junto a los más grandes”.
Antes de empezar con las distintas metáforas y mitos, sería importante destacar la importancia de los aportes de Carl Jung y de Joseph Campbell en la introducción de los elementos mitológicos en la psicología.
Creo que es hora en nuestra querida Logoterapia de seguir sumando como decía Frankl. Ya sabemos lo que nos separa de Jung; creo que lo importante ahora es unirnos en aquello que encontramos en común. Al fin y al cabo no podemos hacer una guerra santa entre lo que cree Jung y lo que cree Frankl. No tiene que ser una guerra de creencias, deberíamos encontrar más allá de las diferencias antropológicas aquellos puntos de unión que nos trasciendan y nos lleven a una concepción del hombre más universal e integradora.
¿No fue Jung el que dijo “aproximadamente una tercera parte de mis casos, no padecen de una neurosis clínicamente definible, sino de la falta de sentido y propósito en sus vidas”?
Y ¿no fue Frankl el que dijo: “la Logoterapia está abierta a su propia evolución y a la complementación con las demás corrientes psicológicas”?
Es por esto que rescato brevemente su aporte intentando sumar la riqueza de la mitología a este tema de las metáforas para elaborar pérdidas, como un camino de acceso a nuestro inconsciente espiritual, como señales del Suprasentido.
1.2 Asumir la muerte:
En Estudios sobre la histeria, que Freud escribió en colaboración con Josef Breuer, se cuentan cinco casos. En ellos se detalla la sintomatología de las primeras histéricas y el primer esbozo de tratamiento que Breuer y Freud crearon para curar estos síntomas.
El más conocido, es el caso de Anna O. ya que sentó las bases del psicoanálisis. Ella decía que con Breuer hacía una “talking cure”, una cura a través de la palabra, estableciendo de esta manera la base no solo del psicoanálisis sino de toda psicoterapia. Todos sabemos hoy en día lo eficaz que es hablar de lo que nos pasa. No hay que subestimar el poder de la catarsis.
En cada uno de los casos, se hace evidente la presencia de la muerte en las historias clínicas así como la poca relevancia que Freud le dio al tema. La neurosis de Anna O se origina a partir de la enfermedad de su padre quien muere meses después. Las preocupaciones de Anna por la muerte de su padre aparecen constantemente.
Siguiendo a Yalom, “es indudable que los traumas relacionados con la muerte sufridos por estas pacientes evocaban en ellas dichos sentimientos. Pero en el desenlace de estos casos, Freud hizo caso omiso al tema de la muerte o sólo mencionó la tensión generalizada” .
Freud evitó resaltar la importancia de la muerte, hasta el punto de afirmar que no hay huella de la muerte en el inconsciente. Esto provocó que muchos de sus seguidores avanzaran en el psicoanálisis evitando este tema.
Superado esto, muchos autores psicoanalistas y no psicoanalistas, comprendieron la importancia del binomio vida-muerte y desarrollaron el concepto de angustia frente a la posibilidad de nuestra propia muerte. En este punto el aporte de todos los autores existencialistas ha iluminado la comprensión de la muerte y la utilidad de su confrontación en todo enfoque terapéutico. Enfrentar la muerte es vivir mejor.
Los mitos nos ayudan a transitar la vida enfrentando las experiencias de muerte y sufrimiento que nos obligan a renacer nuevamente cuando ya todo está perdido. La muerte tiene un poder vital de transformación y es dadora de sentido a la vida.
2. Mitos sobre la muerte:
A pesar de esa cualidad transformadora que mencionamos antes, la muerte como conclusión irrevocable es inaceptable para la mayoría de nosotros. Por lo tanto, la función del mito es explicar que la vida en su forma conocida debe terminar. El mito tiene como finalidad ayudar a que el hombre asuma su mortalidad.
En el intento por evitar lo inevitable, el hombre ha creado mitos que pretenden mantenernos con vida a través de pociones mágicas, ritos, etc. En general, sucede que la poción a beber dará poderes de rejuvenecimiento o de inmortalidad. En nuestra cultura actual, la muerte se evita como se evita el sufrimiento, porque se desconoce el sentido que los sufrimientos traen. Es por esto que ha predominado el intento por estar siempre jóvenes y que el paso del tiempo en nosotros no se note.
En la mitología de muchos países aparece un elemento que se repite: el intento de rescatar a un ser querido de la muerte.
El mito griego de Orfeo narra la historia de Euridice, muerta a causa de una mordedura de serpiente, Orfeo decide seguirla al Hades. La calidad de su música es tal que cesa el tormento de los condenados y Euridice puede volver con Orfeo a condición de que él no se vuelva para mirarla hasta que hayan llegado al mundo terrenal. Pero su impaciencia es más fuerte: se vuelve y ella desaparece. La metáfora del mito nos enseña que el hombre debe aprender a aceptar las pérdidas inevitables y separaciones que la vida nos impone. Todas estas separaciones nos prepararan para la última, la muerte.
3. El mito del héroe
“Un héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que él mismo”
Los cuentos infantiles son una forma de transmisión de nuestra historia y cultura, representando sucesos míticos y modelos a imitar. Es por eso que elegimos la película “El rey León” para acercarnos a esta recreación del mito del héroe.
El tema central representado es el del joven dejando atrás su infancia para convertirse en adulto; deberá morir en su personalidad y mentalidad infantil para volver como un adulto responsable. Se trata de una transformación psicológica fundamental que todos debemos superar. Evolucionar de una situación de dependencia e inmadurez psicológica a la situación de ser responsable y tener seguridad en uno mismo, exige una muerte y una resurrección. Es el tema básico del héroe: salir de lo seguro y enfrentar lo desconocido que da miedo e inseguridad.
El héroe debe superar muchas pruebas. ¿Podrá superar los peligros?, ¿Tendrá el valor, el conocimiento y la capacidad que le permita servir a los demás? El héroe siempre se sacrifica por algo superior a sí mismo.
Los relatos que hacen referencia a etapas de iniciación, desarrollan, en general, el mismo tema: matar al yo infantil y dar luz al adulto. Según Campbell, este proceso es más difícil para el varón que para la mujer, ya que esta se convierte en mujer lo quiera o no. Con la menstruación, inicia su ser mujer, luego con el embarazo se hace madre. En cambio el varón tiene que liberarse de su madre (el mito de Orestes) e ir en busca de su padre, quien le indicará su camino, lo guiará y lo ayudará a “ser cómo él”.
Es notable observar como la posmodernidad ha invadido incluso el terreno de los cuentos infantiles en los que ya no aparecen los monstruos y dragones que había que enfrentar. De esta manera se le va transmitiendo al niño que la vida es fácil y llevadera cuándo en realidad es conflictiva, problemática y llena de dragones y monstruos a los cuales hay que derrotar para seguir adelante, rescatar a nuestras princesas y volver renovados.
El Rey León: descubrir y asumir nuestra misión.
A través de la historia del Rey León, intentaremos interpretar la lucha por asumir nuestra misión, nuestro sentido de vida, los períodos de vacío existencial, con todas las pérdidas y duelos que esto implica así como los enfrentamientos necesarios para encontrar en el otro, el motor de nuestra existencia.
La historia comienza con un nacimiento, una nueva vida. “Ha nacido un hijo, el futuro rey”. Los padres están orgullosos y contentos. Una nueva vida nos colma de sentido, expectativas e ilusiones. En esta etapa, coincidimos con Erikson quien habla de la “confianza básica” que el niño debe adquirir para seguir adelante. Esta confianza tiene que ver íntimamente con su madre quien en resumidas cuentas deberá transmitirle: “vale la pena vivir. Adelante, confía”.
A través del gesto de alzarlo, el sacerdote presenta al niño a la comunidad como un nuevo miembro con su propia misión a ser realizada. Esto sería lo que en psicología se llama “la función paterna”, la función que le permite al padre proyectar en su hijo su intención de criarlo y educarlo.
El niño crece y madura, encuentra en sus pares compañeros de juegos con los cuales se divierte y aprende cosas nuevas. Sería lo que Erikson llamó el logro de la autonomía, el niño debe vencer su vergüenza y lanzarse a conquistar el mundo.
Aparece luego el vínculo del hijo con el padre en donde este le hace ver que su sentido de vida estará ligado a un Suprasentido, relacionado con lo que él aprendió en la vida: “Un día, el sol se pondrá para mi y renacerá para ti y todo esto será tuyo”.
En el vínculo padre-hijo se puede ver como el pequeño Simba va incorporando lo que se espera de él. La función del padre es demostrarle a su hijo las expectativas que tiene con respecto a él. Los padres de hoy no quieren ser “malos” con sus hijos ni “influir” en sus decisiones y en consecuencia no le dicen qué esperan de él. De esta manera, el adolescente no sabe qué decidir, puede oponerse a lo de sus padres o no. Pero esa oposición es fundamental en la adolescencia cuándo se está afirmando la personalidad y sufriendo la primera gran crisis de sentido: ¿quién soy, quién quiero ser, qué deseo, qué quiero hacer de mi vida?
Ser persona significa no solo ser libre sino también ser responsable: “Ser el rey es más que hacer lo que uno quiere. Todo lo que ves coexiste en un delicado balance. Como rey necesitas entender ese balance y respetar a todas las criaturas”. A través de este aprendizaje, el padre va enfrentando al niño con las limitaciones y por lo tanto con los sufrimientos de la vida y de esa manera desarrollando su capacidad para tolerar la frustración. Le revela el sentido de la responsabilidad para que el pequeño comience a dejar atrás el placer como motivación principal. Comienza a aparecer la voluntad de sentido, más allá del placer y del poder.
Otro concepto esencial que se repite en toda la película es el del círculo de la vida. Encontramos aquí esos puentes entre pasado, presente y futuro que nos orientan y ayudan a encontrar el sentido de los sucesos de nuestra vida. De esta manera, el padre le transmite a su hijo su historia y lo ayuda a proyectarse en el futuro: “Déjame contarte algo que mi padre me contó. Mira las estrellas. Los grandes reyes del pasado nos miran desde aquellas estrellas... cuando te sientas solo, recuerda a esos reyes que siempre estarán allí para guiarte. Ahí también estaré yo”. Esto es lo que he llamado señales del suprasentido. A través de este encuentro, el padre toma contacto con lo que su propio padre le ha enseñado como una señal que le permite seguir caminando. Debemos estar abiertos a escuchar estas señales que son ajenas a nuestra voluntad y nos guían.
En el libro de Pareja-Herrera sobre Frankl, se relata un hecho significativo, que hace referencia a cuando Frankl obtuvo su visa para irse a EEUU, y con ello la posibilidad de salvar a su familia y a la Logoterapia. En ese momento sufre una crisis de sentido: ¿Qué debe hacer? ¿Salvarse o quedarse con sus padres? Entra a la catedral de Viena a meditar y cuándo sale encuentra una piedra que era un resto de la sinagoga que había sido destruída y la lleva a su casa. Su padre al verla le dice: “ésta piedra tiene una letra que sólo forma parte de un mandamiento; honrarás a tu padre y a tu madre.” Frankl interpreta esta señal, cómo una señal del cielo según afirma, y decide quedarse.
Esa interpretación es propia de Frankl y de su sentido de vida del momento; otra persona podría haber interpretado que su padre le quería decir “nosotros estaremos bien hijo, vete en paz”, etc. Sin embargo, Frankl escucha esa señal y encuentra una nueva misión, la misión de cuidar de sus padres mientras pueda.
Volviendo al Rey León, el tema de la muerte aparece explícitamente por primera vez cuando, al salvar a su hijo de una estampida, el padre muere. La reacción del pequeño león, debido al sentimiento de culpa, es de huída hacia la nada, dejando todo atrás. Escapa, negando la realidad, y comienza a vivir como si nada hubiese ocurrido, en el reino de “hakuna matata”. Este es el mundo del placer, del “sin problemas”; queda “atrapado” por la voluntad de placer con lo cual reprime la “culpa existencial”, y comienza a vivir en un mundo hedonista.
A raíz de la negación de la muerte (“algo terrible ha pasado, pero no quiero hablar de ello”), de la realidad y debido a la dificultad para enfrentar las responsabilidades, vemos como el protagonista se sumerge en este mundo sin preocupaciones y en consecuencia, en una falta de sentido.
Es cuando se encuentra con Lana, su amiga, quien representa al “otro/a”, que comienza a sentir esa crisis de sentido. El otro nos refleja que estamos vivos, y nos muestra quienes somos: “!Estás vivo y eres el REY!”.
El otro cumple siempre la misión de ayudarnos a salir de nosotros mismos, autotrascendernos y recordar que sólo somos en la medida en que somos para alguien o algo. Mounier dice: “Solos, no nos conocemos bien y nos juzgamos mal... El camino más seguro de mí mismo a mí mismo, pasa por el rodeo de la mirada del otro”.
Su amiga le dice: “Todo el mundo cree que estás muerto”. Simba, de alguna manera, había muerto con su padre. Huyó para no enfrentarse con la muerte y con su sentido de vida. Estaba muerto para los de su comunidad, y también para sí mismo, porque no era quien debía ser. En el encuentro con el Otro, re-vive, sale de sí, y comienza su proceso de elaboración y de curación.
Dice Octavio Paz
“Para que pueda ser, he de ser otro,
Salir de mí, buscarme entre los otros,
Los otros que no son si yo no existo,
Los otros que me dan plena existencia”.
Cabe recordar en este punto, las etapas que describe Elizabeth Kubler-Ross. Esta autora descubrió que cada vez que una persona se encuentra frente a un diagnóstico de enfermedad terminal, pasa por las siguientes etapas: Negación, Enojo, Regateo, Depresión y Aceptación.
Otros autores han afirmado que cada vez que nos encontramos frente a una situación que implica nuestro crecimiento espiritual, es decir una situación límite, una pérdida, un cambio, vivimos esas mismas etapas.
Cuando Lana le dice a Simba “tu eres el Rey”, él responde: “No, yo no”. Niega para no asumir su identidad y su misión. Cuántas veces decimos en pleno proceso de elaboración: “¿Por qué a mí?”. Muchas veces, estas etapas se viven juntas, la negación con el enojo y la rabia. Luego aparecería la etapa del “regateo”, en la cual la persona sin aceptar lo que le pasa, busca negociar soluciones ficticias (por ejemplo: “si vuelvo a la iglesia, me curaré” o “si me reconcilio con mi padre, volverá a casa” etc.). Finalmente cuando todo esto no da resultado, la persona se deprime (Cuando Simba dice: “nadie me necesita”).
El joven león continua intentando evadir la responsabilidad afirmando “Las cosas malas pasan… ¿para qué preocuparse?”. Pero Lana lo enfrenta con su misión y con la unicidad de cada ser: “Vine a buscar ayuda y te encontré a ti, tu eres nuestra única esperanza”. Sólo él puede hacer lo que le toca realizar en la vida, y única es la oportunidad para realizar ese sentido como afirma Frankl.
Aún frente al pedido de ayuda y la afirmación de que los otros lo necesitan, el protagonista no puede asumir su vida y encontrar su camino. Esta resistencia nos recuerda la dificultad que presenta, en general, una persona que está pasando por un duelo o una crisis de vacío existencial. A pesar de la presencia de otros, de la ayuda de los demás, si la persona se encuentra en la etapa de negación, deberá vivir cada etapa y sólo nos queda acompañar.
El cambio ocurre finalmente, cuando logra recordar. Había olvidado a su padre y por lo tanto había olvidado quien era él. Al recordarlo, comprende que su padre vive en él y recuerda entonces de donde viene y quien es él. Retoma así su lugar en el círculo de la vida y en vez de seguir huyendo del pasado, aprende de él para ser el que está llamado a ser.
Este proceso en la película se da gracias al diálogo que establece con el mono, quien representaría al “curador”, el sacerdote o el psicólogo.
4. Relatos que curan
Ventana sobre la memoria
A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.
Eduardo Galeano
El factor “esperanza”
Veamos el siguiente experimento con ratas que hizo el profesor Rudolf Bilz.
Se sabe que las ratas pueden nadar en el agua hasta 80 horas, pero si se arroja a una rata a un gran cubo de agua con paredes lisas que le impiden treparse, entonces la rata se ahoga después de 15 minutos aproximadamente. De la rápida muerte de la rata podríamos interpretar que, al perder la esperanza de salvarse, renuncia enseguida a la lucha por salir. Esta interpretación se refuerza con otro experimento. Se arroja la rata al cubo de agua y después de 10 minutos se le alcanza una maderita por la cual escapa, luego se la arroja de nuevo al cubo y la rata nada durante las 80 horas de su resistencia, hasta que se cansa y se ahoga. Puede concluirse que, si ella ha experimentado una vez que hay una salvación posible en forma de maderita caída del cielo, la rata no se resigna hasta el fin y se mantiene con vida mientras puede.
Por lo tanto, si el fenómeno esperanza marca tales diferencias entre los mamíferos, cuánto más puede producir en lo referente al potencial espiritual del hombre. Hay épocas en la vida del hombre que sólo pueden soportarse con la esperanza de que en algún momento aparecerá un destello de sentido en el horizonte. Pero sin esperanza desaparece también la razón para resistir de alguna manera.
CONCLUSIÓN
En Logoterapia partimos siempre de la historia de Frankl y el campo de concentración. El hecho de que muchas personas, al igual que Frankl, hayan podido sobrevivir para contar su historia, tiene un peso mítico que nos ayuda a nosotros a seguir viviendo. Cada vez que recordamos su historia, nos decimos a nosotros mismos: “si él pudo superar esa situación límite y seguir viviendo, yo puedo superar lo que me toca a mi”. Y éste mensaje tiene un poder curativo sobre nosotros que nos ayuda. Así es cómo la historia del poder desafiante del espíritu se va contagiando de unos a otros y nos trasciende en el tiempo.
Nosotros no somos Frankl, no somos Yalom, no somos los maestros, pero sí podemos contar con ellos, actuar cómo ellos, con su legado, pero transformándolo a nuestra persona y a nuestra misión personal que cumplir.
Los mitos nos dicen qué se espera de nosotros, lo cual debe ser transmitido de generación en generación. Actualmente, la crisis de valores que estamos viviendo hace que los padres de hoy, por miedo a reprimir a sus hijos y a que estos le reprochen en el futuro la forma de educarlos, no les dicen qué esperan de ellos. Esta falta de expectativa hace que el niño -a pesar de su libertad- no vea sus posibilidades. No pueden optar porque no les han dicho que se espera de ellos. Hay muchas veces una ausencia de la voz del padre, la voz tranquilizadora y aseguradora que significa para el niño que, “hagas lo que hagas, siempre serás mi hijo”.
El ciclo de la vida implica aprender a perder, la vida es una secuencia de pérdidas. El adolescente debe perder el niño que fue para ser adolescente; el adulto joven debe perder al adolescente para asumir su adultez y la persona madura debe dejar atrás su juventud para pasar a la siguiente etapa. No se puede crecer sin sufrir. La vida es una sucesión de adioses, de separaciones. Ser sano implica estar constantemente sumergido en experiencias de duelo.
Como dice el Dr. Carr: “Si aceptamos el duelo como una comprensible respuesta humana a una pérdida o separación, se deduce que en cierto modo estamos siempre en duelo, aunque no clínicamente deprimidos. Las pérdidas reales o simbólicas están siempre presentes y deben afrontarse.”
El círculo de la vida puede ser simbolizado en las siguientes etapas: dejar atrás a mis padres y la casa donde me crié (voluntad de placer); encontrar mi camino, una compañera/o de ruta, encontrar mi lugar en el mundo (voluntad de poder); volver hacia mis padres. Partir para poder llegar, para poder volver.
El mito nos muestra señales para volver a casa, para recordar lo olvidado, el sentido que nos fue heredado, hacerlo nuestro, descubrirlo y asumirlo.
Como dice un escritor uruguayo:
"Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen
y se abrazan, y ese lugar es mañana."
Bibliografía
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- Eliade, M. Mito y realidad. 5a ed. Barcelona: Labor, 1983.
- Frankl, V. El hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, 1984
- Frankl, Viktor. La psicoterapia y la dignidad de la existencia. Ed. Almagesto, pág 24. Bs. As
- Frankl, Viktor: Ante el vacío existencial. Ed. Herder, Barcelona, 1992
- Frankl, Viktor: El hombre doliente. Ed Herder, Barcelona, 1984.
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- Galeano, E. El libro de los abrazos. Ed del Chanchito, Mdeo, 1989
- Gevaert, J. El problema del hombre. Introducción a la antropología filosófica. 3a ed. Salamanca: Ed. Sígueme, 1980.
- May, R. La necesidad del mito. Ed. Paidós, Barcelona, 1992
- Mounier, E. El personalismo. 5a ed. Buenos Aires: Eudeba, 1962.
- Pangrazzi, A. El duelo Ed. San Pablo, Bs. As. 1997
- Pareja Herrera, Guillermo. Viktor E. Frankl: Comunicación y resistencia. México: Premiá Editora, 1987.
- Trossero, R. No te mueras con tus muertos. Ed. Bonum, Bs. As, 1999.
- Yalom, I. Psicoterapia existencial. Ed. Herder, Barcelona, 1984
Ps. Alejandro De Barbieri Sabatino
alejandro@logoterapia.com.uy
Montevideo / URUGUAY
www.logoterapia.com.uy
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