Lo que tu quieras mi amor (para que me quieras)

Autoridad viene de augeo: ayudar a hacer crecer. Autoridad y auge vienen de lo mismo. Todos crecemos como la hiedra, apoyándonos en algo que nos ofrece resistencia. La tiranía quiere que seamos eternamente niños. La autoridad ofrece resistencia pero hace crecer. Si no has tenido resistencia no creces recto, sino reptando…
Fernando Savater
“El hombre es un ser incompleto, sietemesino, depende absolutamente de su cuidado y del amor de una persona, que a su vez lo haya recibido de otra”.
Carlos Díaz
Los padres de hoy son unos “genios” para sus hijos. “Pide y se te dará”, parece ser el mensaje de los padres. Ya que los deseos de los hijos son órdenes para ellos. Quiero, quiero, quiero. La gente dice : “Los niños de hoy son demandantes”. No, no son demandantes, son niños, normalitos, piden y piden, está bien, son niños ¡que pidan todo lo que quieran!
La tarea del adulto es no satisfacer siempre el pedido del niño, no ceder al capricho, ya que solo hospedando las frustraciones, aprenderá a esperar y a desear. Si pide y le doy, lo hago demandante, le confirmo que soy un genio… que siempre voy a estar, que no le voy a fallar. Pero la vida no es así, el novio le va a fallar, el profesor también, el jefe también. Crecer es “hospedar las fallas” que no es más que confirmar que vivimos un mundo entre humanos y no entre dioses divinos…
Si los deseos de los hijos son órdenes para nosotros, salimos corriendo a satisfacer ese deseo, descuidando nuestra vida, nuestra salud y nuestros vínculos. “Si descuido al otro, me descuido a mi mismo” , afirma Carlos Díaz. Los adultos sentimos que debemos responder rápido, para que pare la rabieta porque no puedo escucharlo mas llorar. Por eso debemos madurar nosotros, para dejarlo llorar, dejarlo rabiar, esta aprendiendo a “autorregular” sus emociones. Debe hacerlo para crecer y para aprender de las frustraciones el camino a la felicidad.
La etapa de crianza de niños y adolescentes suele ser desgastante para el adulto. No sé si es más dificil o mas fácil que antes, creo que es una discusión que no sirve. Ahora es así, pero si estamos siempre cansados es difícil que podamos “sostener la rabieta” del niño o adolescente. Por eso es muy importante oxigenar nuestra vida de pareja, de familia, para respirar y poder así responder a nuestra tarea de padres.
Llego a casa y debo estar pronto para la angustia de los hijos o para la rabieta y saber sostener el no. Pero también disponible para jugar, cantar, abrazar, reír si no hay rabietas. Todos son milagros encubiertos, las rabietas, los juegos, los caprichos. No tenemos un hijo problema, es un hijo que crece, que quiere vivir y que nos dice “por favor papá, por favor mamá, educame, no quiero rabiar todo el tiempo, ni quiero quedar caprichoso… educarme papá, sé que es difícil, pero te pido que no aflojes”.
La demanda del niño o adolescente habla de lo que el quiere, pero ese vinculo se fortalece con la presencia del adulto (padres educadores) que no siempre deben responder a la demanda. Afirmar “son demandantes” es sacarnos el problema de arriba, nosotros no tenemos nada que ver.. Y no es así, el joven es reflejo de la conducta y valores de los adultos, ellos replican nuestra vida vacía o plena de sentido, nuestros humores y amores, el modo en que resolvemos los conflictos o el modo en que peleamos en la calle.
Decir “los jóvenes de hoy en día son así”, es desentendernos de la problemática actual. Debemos cambiar nosotros primero, debemos reaccionar. Es cómodo vivir sin visualizar que si los jóvenes son así, es un espejo que no quiero ver en mi. Nosotros debemos repasar el modo en que damos lugar a nuestros deseos, a nuestros caprichos a nuestras esperas y desesperaciones para ayudar a nuestros hijos y alumnos cambiar de actitud.
¿Cual juguito querés, mi amor? Porque tu tienes que elegir, tu puedes elegir”. Escuchamos esto en la panadería, en el súper. Y lo peor es que la sociedad individualista que vivimos no nos animamos a intervenir. El niño no crecerá en responsabilidad y en libertad si elige siempre lo que quiere, todo lo contarario, aprende y confirma el “ pide y se te dará”. Si el adulto elige sin culpa, el juguito, el lugar de vacaciones, los championes, o la comida diaria, no está anulando la capacidad de elegir de su hijo. Lo estará ayudando a vivir en comunidad, a crecer en un ambiente cálido, pero con normas y jerarquías claras.
Somos víctimas de los caprichos de los niños, y esta actitud del adulto no hace otra cosa que dejarlo como victima a sí mismo. Victima de sus deseos y de sus impulsos. Crecer y ser persona implica hacer algo con el mundo instintivo, no ceder a él, sino transformarlo al servicio del otro y de los demás. Quedar víctima de los impulsos nos hace vulnerables a las adicciones y depresiones, porque luego al crecer cuando el mundo no me de lo que quiero, puedo caer en depresión. Ojalá estas depresiones nos ayuden a rever el modo en que vivimos, para poder cambiar de actitud.
Si siempre educo a mi hijo en el “pide y se te dará”, le estoy mintiendo, porque cuando la vida no le de, la frustración y el golpe serán muy grandes. Si lo educo en la espera, en el deseo, en el camino y en el premio al final del camino, lograré fortalecer su autoestima, su autonomía, su sentido de seguridad, de independencia y su tolerancia a las frustraciones.
Una persona que no toma la vida en sus manos, queda victima de sus impulsos, o de lo que el otro le hizo (maestra, amigo, jefe, esposa o pareja). Ser responsable es responder a la vida con autoridad, es ser autor de mi propia vida y no vivir quejándome porque la vida no me da lo que quiero. Madurar es dejar atrás al niño para ser adulto, dejar de llorar, de reclamar permanentemente lo que me faltó o lo que no me dieron.
El que no quiere responsabilizarse de su vida siempre busca excusas para exonerarse. No podemos dejar a nuestros hijos víctimas de lo que les pasa. Ayudar a crecer es creer en su capacidad, creer en que pueden aprender del sufrimiento.
Como dice Carlos Díaz al principio de esta columna, somos sietemesinos, incompletos, precisamos del otro que nos ayuda que nunca nos completa, pero que nos humaniza en el proceso de convertirnos en personas.
En suma, si mi autoestima se nutre de otro adulto (pareja, amigos, familia, trabajo) no preciso nutrirme del afecto de mis hijos. Esto nos ayudará a sostener el “te dije que no y es no”, con autoridad firme pero sin agresividad. Con un amor que libera y que prepara al hijo para las vicisitudes que implica vivir.

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