HOMO INDOLORUS... nos duele antes que nos duela...


 

La tecnociencia contemporánea lucha denodadamente contra el dolor con resultados paradójicos, pues cuanto más farmaterapia suministra, tanto menor es el umbral algésico y tanta menor la fortaleza antropológica que se apercibe en la vida cotidiana; por abuso de esa falsa farmacopea, de ese falso hacer farmacéutico, en el límite podemos estar promoviendo un homo indolorus (necio tópico de las ciencias de la salud), el cual puede convertirse en personaje de tragedia griega cuando, sin convicciones antropológicas, a la vez que indoloro deviene inodorus et insipidus, por todo lo cual nos parece verdaderamente urgente la reivindicación por el ser humano del dolor, sin masoquismo ni dolorismo, la reivindicación del dolor humano: ubi homo, ibi dolor, me duele luego existo (dolet ergo sum), según decía Kierkegaard parodiando a Descartes, afirmación todavía demasiado abstracta que hubiera debido concretarse en esta otra: me dueles, luego existo, doles ergo sum, eres tú quien me duele, porque sólo el dolor concreto duele concretamente. Sencillamente, nos estamos volviendo demasiado canijos a la hora de soportar el dolor físico o el sufrimiento psíquico y espiritual; casi podría aseverarse que nos duele incluso antes de que nos duela, por miedo al dolor mismo. La actual superprotección frente al dolor conduce a sufrir más.  Así como la solución del terrorismo no está en acumular más policía, así tampoco convertir la ciudad en farmacia constituye la solución del dolor: el dolor sólo se hace llevadero cuando alguien nos quiere y nos acompaña amorosamente.
Carlos Díaz 

Logoterapia centrada en la persona 

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